Simplificar el currículo para garantizar un aprendizaje realista.
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El principio de la economía de la enseñanza, para un currículo del siglo XXI.

La cantidad de conocimiento e información que el sistema educativo actual puede ofrecer a nuestro alumnado es, más que nunca, prácticamente ilimitada y está en constante revisión por una acelerada transformación de la ciencia, la tecnología, la organización social y la economía.

El currículo es la respuesta, desde el sistema educativo, a las necesidades de la sociedad actual. Incorpora el conjunto de objetivos, competencias, contenidos, métodos pedagógicos y criterios de evaluación de cada una de las enseñanzas reguladas en la Ley Orgánica de Educación (modificada por la LOMLOE). Es el proyecto que preside las actividades escolares, precisa sus intenciones y proporciona guías de acción adecuadas y útiles para los profesores que tienen una responsabilidad directa de su ejecución (Coll, 1987).

Del acierto en su redacción, dependerá en gran parte, el verdadero éxito del proceso de enseñanza y aprendizaje.

Se ha generado un debate en torno a la reducción de contenidos curriculares en el desarrollo legislativo de la última reforma educativa promovida por la LOMLOE. En estos momentos se trabaja sobre borradores de Reales Decretos de currículo de enseñanzas mínimas que serán objeto de posterior desarrollo, por la diferentes Comunidades Autónomas y por los centros educativos, que completarán un currículo que en su origen nace inacabado. Será el profesorado en base a la situación real del proceso de enseñanza y aprendizaje en las aulas quien finalmente decidirá el grado de consecución del currículo formalmente establecido.

¿Les suena,  especialmente en la Educación Secundaria Obligatoria, esa frase de… «no he podido acabar el temario»? o aquello de… «se repiten muchos los estándares de aprendizaje evaluables (básicos y obligatorios)».

Ya sea fruto de un diseño legal teórico no ajustado a la realidad del aula, o de una falta de planificación del desarrollo del proceso de enseñanza y aprendizaje, el sistema educativo finge, en ocasiones, dar y exigir, lo que no se puede dar, ni exigir.

En esta contradicción, La Ley Orgánica de Educación reconoce al Gobierno la competencia para definir los aspectos básicos del currículo, que constituyen las enseñanzas mínimas (artículo 6.3 de la LOE) y exige al profesorado que “en ningún caso (el currículo) podrá suponer una barrera que genere abandono escolar o impida el acceso y disfrute del derecho a la educación” (artículo 6.2 de la LOE).

Para otros tiempos pasados, Ortega y Gasset reclamaba aplicar el principio que denominó de “la economía de la enseñanza” afirmando que:

”.

Desde distintas Instituciones de orden educativo y económico, ante la realidad cambiante de la sociedad de la información y del conocimiento, se viene llamando la atención sobre la necesidad de poner una especial atención en el proceso de aprendizaje de las nuevas generaciones. Para que tal proceso pueda ser considerado realmente como aprendizaje, en lugar de una simple huella o retención pasajera de información, debe ser susceptible de manifestarse en un tiempo futuro y contribuir, además, a la solución de situaciones concretas, reales incluso diferentes en su esencia a las que motivaron inicialmente el desarrollo del conocimiento, habilidad o capacidad.

Hoy, memorizar conceptos, hechos y teorías es imprescindible, pero insuficiente para garantizar oportunidades de aprendizaje permanente. Nuestro alumnado necesita, además, adquirir capacidades básicas y actitudes. Todo suma y supone incorporar en el currículo los aprendizajes pertinentes.

Por ello, más importante que la necesaria reducción de los contenidos del currículo, son los criterios de evaluación, que se definan en éste; pues reflejan lo que el alumno debe saber en términos competenciales (saber decir, saber hacer y saber ser), al finalizar cada curso y etapa educativa. A partir de ahí el alumnado estará preparado para hacerse preguntas que den respuesta a sus necesidades personales y profesionales y cómo señala Emilio Lledó en su obra “Sobre la Educación”, “sólo de las preguntas, de las incitaciones surge el respeto al saber y sólo quien se atreve a preguntar conoce los límites del conocimiento”.

Porque el conocimiento es siempre incompleto, y el saber está en continuo progreso, lo importante es que el currículo dote al alumnado de la capacidad de aprender por sí mismo, sobre la base de unos conocimientos claros y ordenados, para el profesorado, familias y alumnado.

Juan José Arévalo Jiménez

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