
15 Sep Pedagogía «facilista» y profesionalidad docente.
El sistema educativo afronta una tarea muy compleja, sin libro de instrucciones, como es la de educar a una generación de jóvenes para participar de manera activa, en el futuro, en la vida económica, social y cultural del país.
Dentro del sistema educativo, como parte del mismo, están los profesionales de la educación, que prestan sus servicios para garantizar el ejercicio efectivo del derecho a la educación. Si bien el impacto de la educación de los padres, especialmente de la madre, se demuestra en la evaluación de resultados de los alumnos y alumnas, a través de los cuestionarios de contexto como un elemento determinante en el éxito educativo de sus hijos e hijas; el profesorado es reconocido como el principal factor de calidad del sistema educativo, tanto en la leyes, como en los informes internacionales (entre ellos el estudio de McKinsey “How the world’s best performing schools systems come out on top”).
Desde esta perspectiva observo a veces las manifestaciones y acciones de algunos docentes, desde la reflexión en torno a la profesión y profesionalidad docente. Observo que existe una debilidad en la construcción del modelo de profesión docente, quizás por la ausencia de un pacto educativo y en concreto de un estatuto docente que desarrolle el artículo 91 de Ley Orgánica de Educación, referido a las funciones del profesorado y defina u oriente el rol del docente en el sistema educativo y en el siglo XXI. Frente a esa carencia, hay una fortaleza en el sistema y es la profesionalidad de la mayoría de los docentes. Éstos asumen su papel relevante y determinante dentro del sistema, especialmente en agregar calidad y equidad, aportando soluciones a los problemas concretos que surgen en su centro y aula.
Nadie dijo que esta profesión fuera fácil, salvo para aquellos que la ven desde la distancia y el desconocimiento. Ser profesor/a, ser maestro/a hoy, no es comparable a lo que fue. Es distinto, porque la sociedad es distinta. Hoy la escuela ha perdido el monopolio de la transmisión del conocimiento y las competencias y habilidades necesarias para nuestros estudiantes están en permanente definición y revisión.
Junto a esta corriente de profesionalidad docente, que investiga, combina y acciona dentro de una planificación, estrategias y procedimientos de manera consciente y reflexiva, con la finalidad de posibilitar el aprendizaje del alumnado y el logro de los objetivos planteados, también observo a profesores que se colocan fuera del sistema para devaluarlo.
En este sentido he leído atentamente la entrevista a un docente, publicada en el diario “El Mundo”. De la misma destaco algunas manifestaciones tales como que “la educación actual ha convertido al docente en un monitor de tiempo libre», critica lo que denomina «pedagogía facilista» y la deriva hacia «la sociedad de la imbecilidad». El que llama modelo comprensivo fomenta, en sus palabras, “un sistema injusto” donde «los profesores tienen la función de trabajadores sociales» y donde «al peor alumno se le dedica la mayor cantidad de tiempo y atención». “La educación actual ha convertido al docente en un animador de hotel, en un monitor de tiempo libre”. “La pedagogía facilista presiona para que no se exija mucho a los alumnos, para que se desdeñen las notas y para que se facilite la promoción automática”. «La infantilización ambiental ha iniciado el abordaje de las instituciones académicas, donde los críos se pasan el día haciendo actividades”.
El diagnóstico que hace el docente es una mezcla de su valoración personal negativa de la profesión, que fundamenta en algunos datos que carecen de rigor normativo y científico. Con respecto a lo segundo, hay que decir que la adopción de una metodología es una decisión exclusiva del centro educativo y en concreto de los órganos de coordinación didáctica, que desarrollan los docentes con los matices propios de la libertad de cátedra. Es una de las tareas del profesor: programar, enseñar y evaluar (artículo 91 de la LOE). Nadie por tanto le obliga a adoptar el modelo que denomina “facilista”, que pretende relacionar con el éxito educativo fácil, justo en España que es campeona en tasa de abandono y repetición escolar. La “promoción automática” no existe en los términos que plantea el docente; la escolarización obligatoria finaliza a los 16 años y el alumno sólo podrá titular a los 18 años, en los Institutos, si no ha repetido el número máximo de veces en la educación obligatoria y aprueba todas las asignaturas o no supera como máximo dos, con las condiciones que establece la Ley. Recuerdo que somos campeones en fracaso escolar.
Con respecto a la manifestación del docente referida a que se dedique al peor alumno mucha atención, pues, sólo cabe decir que es una tarea docente la dirección y la orientación del aprendizaje del alumnado y el apoyo en su proceso educativo, en colaboración con las familias (artículo 91 de la LOE). Cabe añadir que la heterogeneidad del alumnado y la elevada ratio en algunas aulas, convierte esta tarea en complicada para el profesorado y para desarrollarla con eficacia exige unas metodologías concretas; que muchos docentes adoptan con éxito.
Sobre su opinión referida a que el profesorado tiene la función de los “trabajadores sociales”, quizás tenga que ver con que una de las funciones del profesor es la de la atención al desarrollo intelectual, afectivo, psicomotriz, social y moral del alumnado (artículo 91 de la LOE) y adoptar las medidas necesarias en materia de protección integral de la infancia y de la adolescencia. Función de profundo carácter humanista que más que criticable remarca la importancia que en el desarrollo integral de la persona se deposita en el profesorado.
Y así podríamos seguir.
La opción es elegir entre ser insignificante en el sistema o apostar por una profesión intelectualmente rigurosa y prácticamente influyente (en términos del Libro Profesión y Profesionalidad Docente, Colección Dialogo Docente).
Sin comentarios.