
03 Jul Desaprender para reimaginar nuestros futuros.
La idea de reconfigurar la educación como un contrato social con el objetivo de cooperar para obtener un beneficio común se ha incorporado al discurso educativo actual. Además hoy, como en el pasado inmediato, vivimos atenazados ante la incertidumbre de lo que nos depara una crisis económica y social que, por distintas circunstancias, no da tregua, especialmente, a nuestros jóvenes.
En noviembre de 2021 la UNESCO presentó un nuevo informe mundial sobre los futuros de la educación, titulado “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación”. Un informe cargado de buenas intenciones que habla de la transformación de la educación en tiempos de riesgos y cambios, en la política nacional e internacional, en lo económico y social, así como en el medio ambiente.
Una de las mayores dificultades de la educación es cómo puede transmitir y, al mismo tiempo, renovar la cultura y el acervo de conocimientos y valores que sustentan una sociedad democrática en permanente estado fluido y volátil (en términos del filósofo Bauman). Por eso, una sociedad que se transforma, necesita reimaginar el futuro de sus ciudadanos y será la educación, un instrumento que habrá de contribuir al máximo desarrollo de su personalidad, ayudando a conformar su propia identidad personal y a configurar su comprensión de la realidad, integrando la dimensión del conocimiento, los afectos y los valores.
Reimaginar la educación, para la Unesco, significa trabajar juntos, tener claro el punto de partida y una visión conjunta de los fines públicos de la educación. Y es la evaluación la que debe reflejar este objetivo pedagógico compartido.
Establecer un contrato social, sobre la educación es un paso fundamental para reimaginar juntos nuestros futuros en España y en un mundo globalizado. Pero, lamentablemente, esta idea de la Unesco, de reconfigurar la educación en base a un pacto educativo, no tiene expectativas de éxito en una sociedad, como la nuestra, marcada por las divisiones y los prejuicios.
Decía Eduardo Punsent, en su libro «El viaje al poder de la mente» que nuestra conducta está tan determinada por la huella del pasado, de lo heredado, por los estímulos del entorno, que resulta imposible desaprender sin tomar un atajo. Uno de esos atajos, para el autor, es trasladar la mente a otro mundo que no es el habitual.
Vivimos con la retórica de la innovación que se traduce, en muchas ocasiones, en afrontar los retos del futuro con una profusión de normas (puede leer AQUÍ, un artículo sobre la inflación normativa).
Rousseau, “padre” de la teoría del contrato social, tiene en su libro una frase reveladora, que entiendo aplicable a la política educativa actual: “Si se me preguntara si soy príncipe o legislador para escribir sobre política, contestaría que no, y que precisamente por no serlo lo hago: si lo fuera, no perdería mi tiempo en decir lo que es necesario hacer; lo haría o guardaría silencio”.
Quizás,
Juan José Arévalo Jiménez.
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